La más remota referencia que disponemos de la localidad
annobonesa que en sucesivas líneas nos ocuparemos en nuestra serie: Pueblos de la isla de Annobón,
es una leyenda que tendría su cuna (quizá) en el siglo XV cuando los
portugueses llegan a Annobón.
Cuenta que: “Los portugueses
llevan primero tres parejas a la isla, dejándolos a sus suertes en la zona de Libapiku; de regreso a la isla, no
encontraron las familias allí abandonadas. Aquellos fueron matados por unos hombres gigantes que en la
isla vivían, entre ellos había dos que tenían un solo ojo en la frente (cíclopes).
Aquellos hombres -prosigue la leyenda-, decían que la isla no era para
extraños, sino sólo para ellos, porque la heredaron de sus antepasados. Por segunda vez, llevaron a diez parejas, y
corrieron la misma suerte que las primeras. Más tarde, los blancos ejecutaron aquellos
habitantes de la isla. Tras la matanza,
volvieron a llevar veinte parejas, ubicándolos cerca de una playa pedregosa, en
la desembocadura de un río. Pero las adversidades no aventajaron el
establecimiento en el lugar. Según relata la leyenda, un día, una mujer de
nombre Yayí Andjabitxí, intentando labrar la tierra, golpeó el terreno con el fajamôlê[1] y al instante, surgió sangre del suelo.
Asustada y desmoralizada, se puso a llorar, profiriendo la siguiente endecha:
Alá santa Mémenemajosã
Alá
batxizadu Noxilo
Aléa,
na suäf.
Penfê
kumi pê alea
Pá
kúmi fê damu pen kú Kumí;
Pen
fê jatudu pê alea
Dja
djimiyé motximû
Pá alá kumí.
[Tierra sagrada de Dios
Tierra bendita de Dios.
No llores, tierra.
Que plante en ti
Que produzca y coma;
Que haga todo en ti
Y cuando llegue mi muerte,
Me consumieras tú.]
Cantaba mientras lloriqueaba,
y la sangre que surgía de la tierra, corría en varios torrentes sobre la
superficie de la tierra, hasta desembocarse en el río, entonces, las aguas se
tiñeron de rojo. El pánico invadió a los recién llegados cuando vieron que las
aguas del río cambiaron de color. A la sazón, las veinte parejas decidieron
abandonar la zona, llamaron aquel río, lubá d’Ábôbô (río de aguas rojas). Y marcharon
a vivir en Libapiã, al no encontrar agua, inmigraron a establecerse en la
comarca de Ákekel”.
Tocante al nombre del río,
dicen los documentos coloniales (claretianos) que el nombre se debe a que en tiempos inmemoriales,
en las riberas del río, poblaba una especie de arcilla rojiza roja, la cual los
annoboneses extraían para fabricar utensilios; tal es la razón por la que los naturales
de la isla bautizaron al río con el nombre que hoy se conoce (¿?), Ábôbô.
En otra página de la historia, no literaria de esta localidad,
cuentan los instruidos, que
Ábôbô fue uno de los feudos que contribuyó en el
derrocamiento de la expedición española en el año 1778 cuando Argelejo fue a posesionar
la isla. Durante la reyerta hispano-annobonesa en aquel año. Certifica la
historia sin vacilación que: durante la revuelta, una bala alcanzó al guerrero Sájaidu
(históricamente conocido como Jasjaĩ, por efecto de la adulteración hecha por
los claretianos), éste, dándose cuenta que podría morir en cualquier momento,
se dirigió a la villa de Ábôbô; una vez allí, alertó a los moradores,
invitándoles adentrarse en el bosque porque le perseguían. Los aldeanos
hicieron conforme aconsejó el guerrero.
Llegados los españoles al lugar, hallaron el cuerpo sin vida del guerrero Sájaidu
en el casi pueblo fantasma. Para mostrar la “supremacía” prendieron fuego a la
localidad, llevando con ellos el cadáver del guerrero a Palea. Bueno, ya
manejamos este tema en otro trabajo “Misteriosas
apariciones del legendario héroe annobonés Tomè Bitxì en la localidad de Áwala”[2].
Llegó un momento en que sólo una o dos familias
asentaron en el antiguo feudo, pero en la actualidad se está repoblando de
manera tímida. En el momento que damos vida a este tratado, dicho antiguo
pueblo está repoblándose (valga repetición). Amén de la capilla recién
reformada y ampliada en 2010, están construidas también dos casas de material
permanente, una vivienda tradicional, y otros tantos fundamentos hechos con material
permanente.
Ábôbô es una de las localidades annobonesas con un
cúmulo antecedente simbológico y literario de isla de Annobón.
Por Nánãy-Menemôl Lêdjam
[1] Un instrumento metálico empleado por la
mujer en las faenas campestres para obtener tubérculos que bajo la tierra
crecen.
Fuentes de
información: Kinito, actualmente es la máxima autoridad de la Religión Tradicional
isleña, Pudúl Monol (fue sangitã), Mámentu Tatê; Fidel Lemoi; Pujadas L. T. La
iglesia en la Guinea Ecuatorial.
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