Una de las páginas de la historia de Annobón cuyo repertorios españoles abren de quiméricos alegatos, es la lidia que los aborígenes denominan pezá Nosopai[1]. Enfrentamiento que marcaría la más grave derrota histórica de la España imperial en la zona subsahariana, al igual que determinaría el encono histórico de España hacia la isla en cuestión[2], a causa de la muerte de uno de los ilustres batalladores de la España dorada, en manos annobonesas, el VII Conde de Argelejo, quien iba a ser el primar gobernador español en las islas de Fernando Poo y Annobón.
La
muerte de Argelejo ha sido maquillada repetidamente por las plumas españolas,
alegando que éste fallece en alta mar, el 24 de octubre de 1778 a causa de la
malaria.
Observando
detenidamente la historia de las naciones ibéricas que en su momento fueron
“poseedoras” de la isla guineoecuatorial de Annobón, percataremos que las dos
potencias han estado muy lejos de la franqueza, y puede probarse cómo
patentizan los dobleces que figuran en los escritos referentes a la historia
que procuramos aclarar. Reza una máxima occidental: “el vencedor es quien
escribe la historia”, partiendo de esta premisa, no cabe duda que a Annobón le
toca escribir esta página de historia.
Si
analizamos solícitamente los escritos españoles que tratan sobre el traspaso de
Annobón a la Corona española, constataremos cuánto distan los mismos de los
hechos. Tildan a los portugueses como
los bárbaros de la película, subrayando los disparos de cañonazos que la delegación lusa efectuó
sobre la isla: “…
los portugueses reembarcaron en su fragata disparando sobre la población, que
ya no era suya, unos cañonazos de castigado,…”[3]
mientras
procuran mostrar el más afable trato al annobonés, encubriendo el genocidio
cometido en Annobón, y que gracias a la oralidad, sabemos que su alcance fue
desproporcionado. Esta página de la historia de Ultramar de España, se presenta
tan gris que hasta los propios cronistas e historiadores españoles no son
capaces de sostener una sola tesis, como hacen los annoboneses. Veamos: “…cuanto se hizo fue inútil (,) y viendo Rivera que hasta
apelaron a la fuerza para repeler sus tropas (,) hiriendo a un oficial y varios
soldados (,) se negó a emplear las armas para conquistarlos y a tomar posesión
de la isla”[4]. ¿Quién puede aceptar tal argucia? ¿Que unos supuestos esclavos
hirieran a un Oficial y varios soldados de la Armada española imperialistas y
que todo quedase impune? En el lenguaje bélico repeler, significa responder o
contratacar con fuerza (fuego) al enemigo, entonces si los annoboneses
acudieron a la fuerza para repeler a la tropa española, no de Primo de Rivera, valga interpretar que
fueron los españoles los primeros en recurrir a la fuerza y no los isleños, por
tanto, esta versión de la Armada española es demasiada sospechosa o muy
nubarrada.
Cuando
en la mañana del día 28 de octubre de 1778 la delegación Hispano-portuguesa “formada por 24 lusitanos y un lucido
acompañamiento de oficiales de ambas naciones”[5]
arribara en Annobón, para dar cumplimiento el traspaso, según acordado en los
Tratados de San Ildefonso y El Pardo. Una vez en Annobón, surgirán los
desentendimientos entre los lusos y los annoboneses, porque estos últimos no se
consideraban súbditos de nadie, ni reconocieron la monarquía portuguesa, por
ser un pueblo absolutamente independiente.
Causas de la guerra
Tras
la misa oficiada por un ministro de Dios portugués, integrante en la delegación
del traspaso, la tripartita comparsa se reúne en Vidjil Nghändji, la annobonesa, la encabezaba el Capitán Mor de
turno, el sacerdote de la iglesia tradicional africana-annobonesa, el Maestro
de Escuela, es decir, el responsable político de la educación en la isla y otras
personalidades[6].
El emisario luso Frey Luis Cayetano de Castro toma palabra, y entre otras
cosas, concluye subrayando que desde aquella mañana de 28 de octubre de 1778,
la isla y sus moradores pasaban a pertenecer a España, y que el conde de
Argelejo pasaba a ser “padre” de los annoboneses. Finalizada su alocución, los
políticos annoboneses, sorprendidos del discurso del luso, intercambian
palabras en lengua natural (fá d’ambô), concluida las deliberaciones, el
Capitán Mor al hacer uso de la palabra, dirigiéndose al emisario portugués en
estos términos: “Annobón es de los
annoboneses y no de ninguna otra persona...” El asunto toma otro tono, los
annoboneses no aceptan la decisión unilateral portuguesa de imponerles unos
supuestos “dueños”.
Se
tuvo que llevar tres largos días con las negociaciones, pero el pueblo se
mantuvo firme en su determinación, peor todavía, tratándose de señores con los
que no podían comunicarse, no hablaban el mismo idioma. Aunque los testimonios
españoles incluyen también que el annobonés consideró que, el hecho de que en la bandera española
figuraba un león como escudo, indicaba que los españoles eran salvajes como el
mismo animal que veneran. Pues la decisión portuguesa condujo al pueblo a salir a la calle para mostrar su disconformidad.
Consumido los tres días de intensas negociaciones, la comitiva portuguesa, dándose cuenta del fracaso de las mismas, abandona la isla, arrojando innumerables cañonazos contra ella, dejando a España ejercer su poderío para hacerse con la misma.
España entra en acción.
Autoexcluidos
los portugueses de las negociaciones por la firmeza de los annoboneses, los
españoles, al ver que la situación pintaba de gris, y para demostrar a los
negros africanos su preponderancia,
entran en acción. Primero, matan al Capitán Mor, su segundo de mando, así como
la autoridad espiritual y moral del pueblo. Aquel brutal crimen, encendió la
ira del pueblo; y el annobonés sale una vez más a las calles a manifestarse
pacíficamente por el vil acto de Argelejo y sus soldados. Pues no le pareció
nada grato al séquito español. Porque salir a la calle a manifestarse
pacíficamente es ejercicio de un pueblo culto, soberano y democrático, y como
la España absolutista de entonces carecía de este derecho (democracia), el
gesto exasperó seriamente a los españoles, e indiscriminadamente abrieron fuego
contra la población, obligando a la sumisión, pero la mecha acababa de
inflamarse; la reacción del soberano pueblo annobonés no se hizo esperar,
repeló con armas domésticas y algunas
arcaicas armas de fuego que adquirió por
medio de trueques con las naves que iban a avituallarse en la isla, pero de
poco le sirvieron, las municiones se agotaron muy pronto. Cuando la población
isleña se dio cuenta que su bando iba de más a menos, por la táctica empleada
por los españoles, decide recurrir a una estrategia que siglos atrás manejaron
sus antepasados contra los holandeses y obtuvieron buenos resultado[7].
La inesperada estrategia española.
Cada
salida del sol, la expedición española se hacía con sus naves mar adentro, bien
entrada la noche, volvían y furtivos desembarcaban e iban de casa en casa
-construidas a base de ramos secos de cocoteros y palmera-, calculaban las
ubicaciones de las camas donde descansaban los annoboneses, e impetuosamente
seccionaban sus bayonetas, matando
indistintamente. Este sistema de ataque hizo que el pueblo, adentrara a los bosques, en varios
subgrupos, dispersados en diferentes zonas de la isla. Pero antes de adentrarse
en los campos, para confundir a los españoles, el annobonés corta una gran
cantidad de tronco de bananos y los coloca sobre las camas; cuando retornan los
enemigos, empiezan con la operación como en otras ocasiones, creyendo matar a
humanos, pero muy pronto se darán cuenta de la astucia del pueblo.
En
uno de los grupos, coinciden destacados señores, quienes decidieron instalarse
en el monte Sentxägu. En dicho grupo,
según testimonios logrados durante nuestra andadura por conocer la veracidad de
los hechos, se hallaban el profeta Ngusalu
Maná Bizga, Tomé Bitxí, Sájaidu o Jasjaĩ, Kitô o kitôkitô y otros. Al parecer, era el grupo estratega, todas las
instrucciones partían de él. Se ingenió levantar una trinchera con toneladas de
piedras, para defenderse del enemigo. Durante el día, cuando los españoles se
alejaban de las costas, los isleños descendían a las playas de Ájôjô, Paliyã y Palá Pétomaxi, para transportar piedras al monte. Quizá surja duda
y se cuestione sobre el transporte de piedras, desde las playas, si no habían
en los campos, claro que habían pero, las piedras marinas son más duras,
resistentes al sol y humedad que las del campo y son más fáciles de conseguir,
sea cual fuere el tamaño. Este tema ya lo abordamos en otro trabajo[8]
Cómo
Annobón diezma la expedición española
Según
eruditos annoboneses, en una madrugada de plena luna, un niño se puso a llorar,
pidiendo a su madre que le diera de comer plátano. La madre negó la petición de
la criatura, alegando que era de noche y aquella hora no se podía comer nada,
pero el chico insistía en su petición. Un alto miembro del grupo aconseja a la
mujer que satisficiera la necesidad del chiquillo, porque los llantos del chico
podrían ayudar al enemigo descubrir el refugio. La señora sació la necesidad
del crío. Una vez consumido el plátano, la madre echa la peladura hacia abajo,
fuera de la trinchera, pero ocurre algo raro, nadie escuchó cómo la peladura
cayó entre hojarascas, el centinela se dio cuenta de la rareza. Solicitó a la
señora volver a arrojar otra peladura y ocurre lo mismo, inmediatamente la
noticia recorrió silenciosamente alertando a todos los allí refugiados.
Restos de la gran
trinchera de piedras levantada en el monte Sentxagu (septiembre 2014)
Y
los centinelas percataron la presencia de los españoles en la falda del monte,
preparados a asaltar en cualquier momento que les ordene Argelejo. Era muy de
madrugada, el que dirigía el grupo, ordenó cortar las cuerdas que sostenían la
trinchera de piedras construida para la ocasión, y las piedras precipitaron sobre
los soldados españoles. Como los annoboneses distinguían a Argelejo por su
indumentaria, algunos hombres y jóvenes le persiguieron arrojándole piedras,
mientras corría perdido en el bosque, la
lluvia de la pedrada hizo que Argelejo
se desorientara de las coordenadas que conduce a la ciudad, se metió
bosque adentro, hasta llegar donde no pudo continuar más, cayendo al suelo, sus
perseguidores encolerizados le lapidaron hasta que expiró. Desde entonces los
annoboneses distinguieron la zona donde cayó muerto el VII Conde de Argelejo,
NOSOPAI. Otra tesis señala que la elección de Argelejo en dirigirse hacia el
lugar, era que tenía intenciones de llegar a Ábôbô, a través del costado derecho del pico de Fôgo, situándose en el lago Mazafín, pero se desorientó.
Consecuencias de la guerra
Muerto
Argelejo, Joaquín Primo de Rivera toma las riendas de la expedición, y ordena
la retirada. ¡Qué faraónica victoria, la de los annoboneses!, la isla no se
doblegó. Tras la retirada española, surge una sed de justicia en el pueblo. Se
percató que en las filas annobonesas, había un felón, el famoso Kitô o
Kitôkitô. Se argumenta que fue un mestizo annobonés, y en poco tiempo, como
arte de magia, ganó la simpatía de los españoles. Durante la pugna, los
españoles descubrían con facilidad todas las estrategias y refugios de los
isleños, y resultó que era él quien facilitaba las informaciones a los
españoles; del mismo modo jugaba a los españoles. Fue condenado a la pena
máxima. Para el cumplimiento del veredicto, se determinó que la sangre de un
traidor no podía derramarse sobre las tierras annobonesas, tampoco las mismas
podían acoger sus restos. Fue ejecutado como era normal entonces, ajusticiar a
los traidores, adúlteras, ladrones y brujos: el reo fue conducido y abandonado
mar adentro, en un cayuco agujereado, atado los pies y manos, y el mar se
encargó de consumir el dictamen.
Annobón
vuelve a la normalidad, eligiendo nuevos gobernantes. A lo largo de los 65 años
que trascurrieron para que volvieran los españoles a la isla, fue una etapa
casi floreciente. En esta época, desaparecería Tomé Bitxí (no se tiene
referencia de su óbito) y en este mismo ciclo perecería Págalu.
Hasta
1843 Juan José Lerena Barry volvería para tomar la isla en nombre de la reina
Isabel II, esta última vez lo hace sin violencia. Pero deja una herencia
nefasta en la isla; cesa al entonces Capitán Mor, imponiendo como gobernador,
otro natural de la isla, se trata del Sr. Magida (Majeda) un déspota jamás
visto en la historia de la isla, que gobernó con mano de acero, y que fue
apodado “Alê Majeda” por su feroz
tiranía.
[1]
Nosopai, vocablo arcaico annobonés que significaba Nuestro
padre. Se debió cuando el emisario portugués frey Luis Cayetano de Castro dijo
a los annoboneses que, conde de Argelejo pasaba a ser “padre” de los isleños;
desde entonces el annobonés lo consideró como una burla hacia él y de manera
esquiva llamaría en lo sucesivo al Conde, de Argelejo como tal.
Pezá (pelea, lucha, guerra, batalla) Nosopai es la lidia librada entre los naturales de la isla
contra la expedición española a finales de 1778 que en la misma, muere Conde de
Argelejo
[2] O sea, el reino Católico perdería
casi todas las posesiones que el Tratado de El Pardo le otorgaba como poseedor
de una considerable extensión de tierra en la región costera del Golfo de
Guinea: “…cedería Su MAJESTAD FIDELÍSIMA, como de
hecho ha cedido y cede por sí y en nombre de sus herederos y sucesores á Su
MAJESTAD CATÓLICA y los suyos en la Corona de España, la isla de Annobón, en la
costa de África, con todos los derechos, posesiones y acciones que tiene á la
misma isla, para que desde luego pertenezca á los dominios españoles del propio
modo que hasta ahora ha pertenecido á los de la Corona de Portugal; así mismo
todo el derecho y acción que tiene ó puede tener á la isla de Fernando del Po
en el golfo de Guinea, para que los vasallos de la Corona de España puedan
establecer en ella, y negociar en los puertos y costas opuestas á la dicha
isla, como son los puertos del río Gabaon, de los Camarones, de Santo Domingo,
de Cabo Fermoso y otros de aquel distritoArtículo
XIII del Tratado de El Pardo, google.com/tratadodeelpardo
[4]
De los Ríos, J. M. Memoria sobre las islas de Fernando Poo y Annobón. Madrid
1842
[6]
Como se puede constatar, aquí no mencionamos los nombres propios de los
políticos annoboneses, sino sus responsabilidades, esto se debe a que los
europeos decidieron no incluir sus nombres en la historia con el objeto de
ocultar una buena parte de la historia
[7] Caldeira, Arlindo Manuel. La leyenda de Lodã, o cómo Rolando,
compañero del emperador Carlomagno, defendió la isla de Annobón de una invasión
terrible. Oráfrica nº 6: abril 2010, revista de oralidad africana.
Barcelona 2010.
[8] Misteriosas apariciones del legendario héroe annobonés Tomé
Bitxì, D.D.A.A.Cultura Oral, ed. Ceiba, Vic (Barcelona 2012).
Comentarios
Publicar un comentario