Abordar el
tema en cuestión, viene tal anillo a los dedos una frase mil veces manejada en
las arengas de los políticos de nuestra sociedad guineoecuatorial, cuyas letras
rezan: “Cambio de mentalidad”. La verdad sea dicha, esta es una de las
disciplinas que reputamos que nuestra sociedad tiene irresuelta.
La
mejora de la concepción de las cosas es un acto –creemos-, que afecta a todo
hombre que cree y quiere la progresión y el bienestar de sí y de su semejante.
Señalamos con esto que, el cambio de mentalidad es un deber y una obligación
moral de cualquier humano que desea una vida digna de su prójimo y una sana
cordialidad del entorno, por tanto, nadie debería exentarse de este proceso de
transformación.
Amablemente invitaría a quienes no estimarán compartir las opiniones que
aquí expondremos, tomasen un rato y juntos examinemos este rastre que nos tiene
obstruida la sociedad, a ver si, juntos podemos hacer una diferenciación de los
colores de las cosas, teniendo siempre presente que, muchas veces: “El mejor amigo del hombre es el espejo del
hombre” (proverbio annobonés).
Según la
filosofía encerrada en este proverbio isleño, el espejo es el OTRO, mientras el
hombre es el propio individuo, el YO.
Al tomar como ejemplo este proverbio, se debe a que
en él se acopia el meollo de nuestro asunto.
Cuando el
individuo obra en desacuerdo con su entorno, justificando su acción como la
mejor, arropándose en los atuendos de los verbos: protección, libertad,
progreso, sosiego, para la comunidad; o sea, el bien de todos de forma
egocéntrica, no hace más que sembrar el mal y causar el malestar de los individuos
con los que cohabita, sean en las urbes o en las zonas camperas o marinas (si
procede). Sin embargo, cuando el OTRO señala al YO las legañas que lleva, sus
desentonados actos amorales contra los derechos y libertades de la comunidad y
el entorno natural al que pertenecen, si el YO es o fuera cuerdo, recurre a un
paño para limpiarse las mismas. Es
decir, corrige su pigmea concepción de las cosas, para remendar su acción y la
realidad que no sólo le dignifica, sino también a los demás. Y desde luego, si
el YO concibe que el espejo, no es más que un estorbo y opta por quitarle del
medio, considerándolo un obstáculo, y lo bueno que se puede hacer de él, es romperlo
(acallarlo), únicamente se pude interpretar que el YO lleva una triste y férrea
pugna consigo mismo, auto exponiéndose que no es sabio, puesto que “el sabio
es aquel que sabe escuchar los consejos”, sabe corregir su pifia, sabe que el
hombre es perfectible y no perfecto. El sabio es aquel que acepta que su
oponente no es ni debe considerarlo un desazón, sino la copa de agua con la que
se lava la faz en las primeras horas de las mañanas.
Con lo expuesto, nos lleva a la conclusión de que:
más vale un adversario o rival (no enemigo) ayuda al líder a gobernar mejor una
empresa, aportando sus constructivas ideas (críticas), para el desarrollo de
ambos, el YO y el OTRO (la sociedad); oponiéndose los aspectos que no
favorecen a la comunidad; más que trabajar con un conformista que nuca señala
al YO las legañas que lleva, y tristemente pasa la vida adulando las tristes acciones
del YO, aunque éste le aliene los derechos, sólo por querer mantenerse en su
estado parasítico.
Atendiendo a lo expuesto, me surge un interrogante
muy pertinente, que requiere una respuesta clara y sin ambages. El
interrogante es el siguiente: ¿quién o quienes deben cambiar la mentalidad?
No concebimos que el “Cambio de Mentalidad” sea una realidad que debe afectar a unos y a
otros no. Por tanto, los guineoecuatorianos todos, sin distinción de estatus
social o de la edad cronológica, estamos todos llamados a este loable
ejercicio, porque si lo hiciéramos, estaríamos ofreciendo a nuestro entorno una
felicidad y sosiego laudable. Pero, desde el momento que un individuo asume la
responsabilidad de dirigir una empresa, y en sus manos se halla el bastón del
mando, centra sus discursos en verbos vejatorios y pone en marcha sus
selváticos actos contra sus prójimos, aun reconociendo el perjuicio que hace a
la comunidad, creyéndose dueño y señor de todo y todos; entiéndase con esta postura, que en el sujeto YO carece
de ética y moral. Debe entenderse también que cultiva cizañas y odio en la
empresa de la que se jacta ofrecer lo mejor para su progresión, o sea,
trabajando para el bien de la comunidad, pero sin ésta.
Entonces nos preguntamos ¿no es demasiado
egocéntrico y absurdo que un individuo piense por toda una comunidad
empresarial? Si fuere lo contrario, entonces Dios no sería Dios. Y como sabemos
que Dios es Dios, todo humano que se cree semi divino y capacitado para pensar
por todos los de una empresa, pues este no es más que una cruz para tal
empresa.
Por Nánãy-Menemôl LÊDJAM
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